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Sergio Ramírez: novelar la penumbra

El escritor vuelve a explorar la vida de “Dolores Morales”, el personaje que ha creado de forma minuciosa en novelas

Ayer lunes 29 de noviembre se realizó en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), la presentación de la más reciente novela del escritor nicaragüense Sergio Ramírez (Masatepe, 1942), “Tongolele no sabía bailar” (Alfaguara, 2021), la tercera entrega en la saga que protagoniza el detective “Dolores Morales”, una historia trepidante que se enmarca en los sucesos que sacudieron Nicaragua en 2018.

En lo que respecta a “Morales”, su protagonista, Ramírez explica que “los personajes surgen de una necesidad que el relato mismo tiene, lo que uno quiere contar. A mí se me ocurrió que un antiguo guerrillero convertido en policía podía ser un buen personaje. Primero, porque su bagaje histórico es amplio: participa en la guerrilla, pierde una pierda, es desordenado pero es buen investigador”.

Ahora bien, continúa el autor, con esas características “que son las que un personaje policiaco necesita, yo le pongo una perspectiva histórica. La primera novela se desarrolla durante el gobierno de Arnoldo Alemán, periodo muy corrupto; a ‘Morales’ lo retiran de la policía por descubrir un caso importante de narcotráfico. Pasa a ser investigador privado y, en la segunda, se topa con un millonario que se ha hecho millonario a costa del gobierno sandinista. Ahora, entra en los acontecimientos de 2018, cuando hay una gran represión en Nicaragua”.

Estas novelas se caracterizan por un texto introductorio que “explica” el contexto histórico para “tres historias que se conectan por un mismo personaje”, asegura Ramírez, “pero que son necesarios porque el lector a lo mejor no sabe lo que ocurrió en el libro anterior y el lugar donde sucede. Es una saga, y no sé si con este libro llegue a su fin o siga adelante. Eso depende mucho de lo que sucede en Nicaragua en el futuro inmediato”. (“Anastasio Prado”, quien viene de la novela anterior, como jefe de la inteligencia policial), “interfiere con las acciones del detective ‘Morales’, el investigar a un millonario que oculta muchas cosas, pero el resultado es que envían al exilio al ex-policía, a Honduras. Y esta historia marca el regreso de ‘Morales’ a Nicaragua, de manera clandestina”, establece Ramírez.

Sin embrago, “Tongolele” no busca enfrentar a “Morales”, “sus preocupaciones son ahora mayores”, dice el autor, “está la rebelión en las calles y empieza a convertirse en una víctima del poder que ha ayudado a construir. Por eso, dentro del humor con que manejo al personaje, se va tornando muy dramático”. “‘Tongolele’, lo sabe todo”, explica el Premio Cervantes, con la eficiencia escalofriante de los cuerpos policiales de Latinoamérica, “y eso le permite emplear el horizonte de la represión, y esperar al adversario ingenuo que cruza la frontera. Aunque eso no le ayuda, porque comienza a cavar su propia sepultura cuando emplean en su contra los mismos instrumentos que bien sabe utilizar”.

Su fin, de hecho, parecería incluso poético si no lindara lo terrible (con una llanta encendida a manera de corona flamígera); ante lo que Ramírez comenta: “yo tenía que rematar esa escena con imágenes directas, precisas, y desde el punto de vista de ‘Tongolele’, cuando entra en el escenario de su propia muerte: un zanate que vuela de un lado a otro (y lo espera después), la calle desierta, el silencio, las tiendas y bares cerrados, las barricadas solas, es la gran trampa que han construido para acabar con él”.

Mezcolanza difícil

Por otra parte, los diálogos son deslumbrantes y, en relación con ese rasgo de su escritura, Ramírez detalla que “uno educa su oído desde niño, en el lenguaje oral. Para mí el lenguaje oral es todo, porque es el que tiene la armonía y la cadencia; lo que debe uno saber es transformarlo en lenguaje escrito, porque no se trata de una transcripción literal sino de volverlo literario, que es lo más difícil”; y a ello suma “que hay que combinar el humor con la tragedia, que es lo que se va reflejando en los diálogos. Esta novela descansa, sobre todo, en la oralidad”.

Los personajes —indica el narrador— deben “mantenerse en un terreno de entremedio, de penumbra. Todo es una penumbra; si uno no aprende a ver a los personajes en la penumbra del bien y el mal, entonces fracasa porque todo se vuelve una lucha de buenos puros contra malos puros, y eso en la vida no existe. Somos la combinación de muchas cosas, y eso es lo que la novela debe reflejar”.

Y en esos términos, como escenario, Latinoamérica produce “una novela policiaca distinta, diferente de la anglosajona clásica, porque acá está de por medio la imperfección aguda del sistema, la corrupción, la falta de institucionalidad y respeto a las leyes. Eso crea otra penumbra, no se sabe dónde comienza el bien o termina el mal, quién es bueno o malo. Todo se vuelve una mezcolanza difícil que altera la realidad”.

“Aquí me he sentido muy apoyado en lo que tiene que ver con mi situación personal, de exilio. Me he sentido respaldado y percibido mucha solidaridad, mucho cariño, y eso me conmueve Sergio Ramírez, escritor

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2021-11-30T08:00:00.0000000Z

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